EL Blog DE LA AFN

Diversos autores, en representación de las fundaciones socias de la AFN, difundirán periódicamente, a través de este blog, ideas y experiencias relacionadas con el objetivo común que nos une, la conservación y el desarrollo sostenible en un territorio único y patrimonio de todos: la naturaleza.





La foca monje como vehículo de la educación ambiental

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Varios escolares contemplan un panel sobre la foca monje en el centro de visitantes de la Reserva Satélite de Cabo Blanco (Mauritania). Foto: Fundación CBD-Hábitat.

Varios escolares contemplan un panel sobre la foca monje en el centro de visitantes de la Reserva Satélite de Cabo Blanco (Mauritania). Foto: Fundación CBD-Hábitat.

por Nuria El Khadir Palomo

La educación ambiental es una de las líneas de trabajo de la Fundación CBD-Hábitat: en los proyectos con especies amenazadas que ejecuta incorpora campañas de formación, divulgación y sensibilización dirigidas al público en general y a los sectores de la población más estrechamente vinculados a los problemas de conservación de la vida silvestre con las que trabaja.

En concreto en Mauritania se han llevado a cabo numerosas actividades educativas dirigidas a pescadores artesanales y a la comunidad escolar, en el marco de los proyectos de conservación de la foca monje del Mediterráneo que se vienen realizando desde el año 2000. Como es sabido, en la península de Cabo Blanco, cercana a Nouadhibou, la segunda ciudad de Mauritania y capital comercial del país, se localiza la principal colonia de foca monje, en cuya conservación la Fundación CBD-Hábitat viene trabajando desde hace años en colaboración con otras entidades y organismos.

Una de las actuaciones más importantes realizadas a propósito de este tesoro faunístico ha sido la apertura del Centro de Visitantes de la Reserva Satélite de Cabo Blanco. También se han llevado a cabo cursos de formación en educación ambiental dirigidos a profesores a los que han asistido más de trescientos docentes. Y se han realizado actividades con escolares en las que participaron más de 2.500 alumnos de las escuelas de Nouadhibou y de la cercana localidad de Cansado.

La foca monje como vehículo de la educación ambiental

Varios escolares contemplan un panel sobre la foca monje en el centro de visitantes de la Reserva Satélite de Cabo Blanco (Mauritania). Foto: Fundación CBD-Hábitat.

Varios escolares contemplan un panel sobre la foca monje en el centro de visitantes de la Reserva Satélite de Cabo Blanco (Mauritania). Foto: Fundación CBD-Hábitat.

por Nuria El Khadir Palomo

La educación ambiental es una de las líneas de trabajo de la Fundación CBD-Hábitat: en los proyectos con especies amenazadas que ejecuta incorpora campañas de formación, divulgación y sensibilización dirigidas al público en general y a los sectores de la población más estrechamente vinculados a los problemas de conservación de la vida silvestre con las que trabaja.

En concreto en Mauritania se han llevado a cabo numerosas actividades educativas dirigidas a pescadores artesanales y a la comunidad escolar, en el marco de los proyectos de conservación de la foca monje del Mediterráneo que se vienen realizando desde el año 2000. Como es sabido, en la península de Cabo Blanco, cercana a Nouadhibou, la segunda ciudad de Mauritania y capital comercial del país, se localiza la principal colonia de foca monje, en cuya conservación la Fundación CBD-Hábitat viene trabajando desde hace años en colaboración con otras entidades y organismos.

Una de las actuaciones más importantes realizadas a propósito de este tesoro faunístico ha sido la apertura del Centro de Visitantes de la Reserva Satélite de Cabo Blanco. También se han llevado a cabo cursos de formación en educación ambiental dirigidos a profesores a los que han asistido más de trescientos docentes. Y se han realizado actividades con escolares en las que participaron más de 2.500 alumnos de las escuelas de Nouadhibou y de la cercana localidad de Cansado.

Este mismo año, en el marco de un proyecto de conservación de la foca monje en la zona, financiado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y su iniciativa LifeWeb, se ha puesto en marcha una nueva campaña de educación ambiental dirigido a escolares y profesores de Nouadhibou. Esta iniciativa se centró en la  Reserva Satélite de Cabo Blanco y en su centro de visitantes como herramienta didáctica, a través de un modelo diseñado por la empresa especializada española SEEDA, en colaboración con nuestra fundación.

Los contenidos de esta campaña se editaron en forma de cuaderno de actividades para los escolares y de cuaderno guía para el profesor. Además se elaboraron diversos materiales divulgativos (camisetas, mochilas, gorras, cuadernos, bolsas y pegatinas). Todo ello con un dibujo de foca monje que se diseñó como “emblema” o marca. En lo que va de año, más de setecientos escolares de casi treinta centros públicos y privados de Nouadhibou han participado en las actividades de educación ambiental planteadas. Además se ha hecho entrega a las autoridades en materia de educación de la región del Dakhlet de Nouadhibou del material de apoyo editado, lo que junto a la formación que ha recibido el profesorado, permitirá dar continuidad a este programa a lo largo de los próximos cursos.

En definitiva, como resultado de todos estos esfuerzos podemos decir que la foca monje ha dejado de ser una desconocida y que la población local de Nouadhibou, principalmente los niños, conocen a esta especie tan emblemática y querida, así como cuáles son los problemas que afectan a su conservación.

Autora: Nuria El Khadir Palomo es Coordinadora General de la Fundación CBD-Hábitat, integrada en la AFN.

La custodia fluvial a través del voluntariado

Varios voluntarios trabajan en la restauración de un río. Foto:  Fundación Tormes-EB.

Varios voluntarios trabajan en la restauración de un río. Foto: Fundación Tormes-EB.

por Raúl de Tapia

El mantenimiento de los bienes comunales ha sido desarrollado durante varias generaciones desde la voluntariedad y el acuerdo de vecinos y usuarios. Tal es el caso de los caminos que de manera secular han comunicado los pueblos para el intercambio comercial, de los canales y acequias que eran trabajadas por las comunidades de regantes o de las riberas de propiedad municipal. Estas labores altruistas recibían nombres diferentes en función de la geografía española, pero su significado era el mismo. Expresiones como las facenderas, “echar el cacho” o trabajar a prestación popular eran antaño comunes y daban lugar a un beneficio común.

Los fondos europeos en los últimos años han permitido seguir con las labores de mantenimiento de cauces y riberas bajo la denominación de planes de cuenca. Con mayor o menor acierto se han acometido medidas cuyo objetivo, en principio, ha sido mejorar las condiciones ribereñas. Sin embargo, gran parte de las actuaciones duras de infraestructuras orientadas a la regulación de los cauces –motas y similares– no dieron el resultado esperado, por lo que en la actualidad se está procediendo a su retirada en muchos casos.

Estas labores desarrolladas por las confederaciones hidrográficas eliminaron las labores altruistas de los habitantes del medio rural, al mismo tiempo que generaron empleo local. En la actualidad, la necesidad de continuar con las labores de mejora fluvial se complica en el sentido de que el alto nivel de desempleo puede chocar con el trabajo realizado desde el voluntariado. En esta encrucijada se encuentran los ayuntamientos del medio rural, con la obligatoriedad según la Ley de Aguas del mantenimiento de las riberas, pero sin los medios económicos necesarios.

Por eso numerosas localidades han acogido con agrado las diferentes convocatorias de voluntariado que se desarrollan desde distintas entidades y agrupaciones, impulsadas por el menguado Programa de Voluntariado en Ríos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Bajo estos proyectos se están pudiendo desarrollar actuaciones básicas pero efectivas, cuya mayor relevancia reside en la continuidad en el tiempo. Bajo esta premisa se aconseja persistir en zonas concretas cada año, más que realizar intervenciones dispersas y anecdóticas a lo largo de las riberas.

En este planteamiento a medio y largo plazo es clave la implicación de la población local, de manera que se genere un hábito, lo que puede llevar a que se recupere el trabajo en beneficio a la comunidad que hasta hace poco era habitual. El maridaje del voluntariado rural y urbano permite establecer conexiones que abrirán otros campos de colaboración, pero se hace necesario empoderar de manera intergeneracional a los vecinos y vecinas de los pueblos en la mejora de las riberas. En este contexto, la custodia del territorio se convierte en la herramienta de gestión adecuada.

A través de acuerdos entre ayuntamientos y entidades sin ánimo de lucro activas en cada comarca (culturales, ambientales, de pescadores, ganaderos, agricultores o mujeres.), se puede orquestar una plan de acción y gestión a largo plazo donde se reflejen los compromisos de cada una de las partes para una custodia fluvial continuada en el tiempo. La implicación de las confederaciones hidrográficas permitirá tener a todos los grupos de interés en un proyecto común.

Este camino es el que ha venido recorriendo en los últimos cinco años la Confederación Hidrográfica del Duero en colaboración con entidades de custodia como la Fundación Tormes – EB dentro del LIC Riberas Protegidas del Tormes (Salamanca), WWF España en las Hoces del río Riaza (Segovia) o la Asociación Amigos del Canal “La Barcaza“ para favorecer la difusión de los valores del Canal de Castilla. No siendo una solución para todos los municipios con necesidades en la conservación de sus cauces, la custodia fluvial desde el voluntariado rural y urbano sí puede aportar apoyos concretos dentro de este ámbito de la gestión y mejora pública y participada de la biodiversidad.

Autor: Raúl de Tapia, consultor ambiental y patrimonial, es director de la Fundación Tormes-EB, integrada en la AFN.

La custodia fluvial a través del voluntariado

Varios voluntarios trabajan en la restauración de un río. Foto:  Fundación Tormes-EB.

Varios voluntarios trabajan en la restauración de un río. Foto: Fundación Tormes-EB.

 

por Raúl de Tapia

El mantenimiento de los bienes comunales ha sido desarrollado durante varias generaciones desde la voluntariedad y el acuerdo de vecinos y usuarios. Tal es el caso de los caminos que de manera secular han comunicado los pueblos para el intercambio comercial, de los canales y acequias que eran trabajadas por las comunidades de regantes o de las riberas de propiedad municipal. Estas labores altruistas recibían nombres diferentes en función de la geografía española, pero su significado era el mismo. Expresiones como las facenderas, “echar el cacho” o trabajar a prestación popular eran antaño comunes y daban lugar a un beneficio común.

Los fondos europeos en los últimos años han permitido seguir con las labores de mantenimiento de cauces y riberas bajo la denominación de planes de cuenca. Con mayor o menor acierto se han acometido medidas cuyo objetivo, en principio, ha sido mejorar las condiciones ribereñas. Sin embargo, gran parte de las actuaciones duras de infraestructuras orientadas a la regulación de los cauces –motas y similares– no dieron el resultado esperado, por lo que en la actualidad se está procediendo a su retirada en muchos casos.

Estas labores desarrolladas por las confederaciones hidrográficas eliminaron las labores altruistas de los habitantes del medio rural, al mismo tiempo que generaron empleo local. En la actualidad, la necesidad de continuar con las labores de mejora fluvial se complica en el sentido de que el alto nivel de desempleo puede chocar con el trabajo realizado desde el voluntariado. En esta encrucijada se encuentran los ayuntamientos del medio rural, con la obligatoriedad según la Ley de Aguas del mantenimiento de las riberas, pero sin los medios económicos necesarios.

El abandono de nuestro patrimonio genético ganadero (primera parte)

Un grupo de ovejas trashumantes se desplaza entre dehesas por la provincia de León.Foto: Fundación Global Nature.

Un grupo de ovejas trashumantes se desplaza entre dehesas por la provincia de León.
Foto: Fundación Global Nature.

por Eduardo de Miguel

España alberga más del 25% de la Red Natura 2000 y la mayor biodiversidad de Europa Occidental. Los sistemas extensivos de explotación ganadera son uno de sus pilares. En nuestro país sobreviven las mejores poblaciones europeas de aves carroñeras gracias a que todavía existe ganado en el monte. La apertura de pastizales o el pastoreo en las dehesas permiten la alimentación de especies como el conejo o la perdiz, presas a su vez de otras tan amenazadas y características de nuestra fauna como son el águila imperial o el lince ibérico.

El pastoreo extensivo en las áreas arboladas previene incendios, gracias al aclareo y el control del crecimiento de la maleza que realiza el ganado, y crea un mosaico pastizal-bosque que ejerce de auténtico cortafuegos natural. El ganado también permite la redistribución de la fertilidad y la mejor incorporación de materia orgánica en los suelos ibéricos, en general fuertemente mineralizados y pobres en humus.

La máxima expresión de la ganadería extensiva la representa la trashumancia, que ha generado la singular red española de vías pecuarias (cañadas, cordeles y veredas), de más de 125.000 kilómetros y con una extensión de 400.000 hectáreas: un patrimonio único en Europa. Estos movimientos estacionales son necesarios para permitir la regeneración de los pastizales, al evitar sobrepastoreos estivales.

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El abandono de nuestro patrimonio genético ganadero (primera parte)

Un grupo de ovejas trashumantes se desplaza entre dehesas por la provincia de León.Foto: Fundación Global Nature.

Un grupo de ovejas trashumantes se desplaza entre dehesas por la provincia de León.
Foto: Fundación Global Nature.

por Eduardo de Miguel

España alberga más del 25% de la Red Natura 2000 y la mayor biodiversidad de Europa Occidental. Los sistemas extensivos de explotación ganadera son uno de sus pilares. En nuestro país sobreviven las mejores poblaciones europeas de aves carroñeras gracias a que todavía existe ganado en el monte. La apertura de pastizales o el pastoreo en las dehesas permiten la alimentación de especies como el conejo o la perdiz, presas a su vez de otras tan amenazadas y características de nuestra fauna como son el águila imperial o el lince ibérico.

El pastoreo extensivo en las áreas arboladas previene incendios, gracias al aclareo y el control del crecimiento de la maleza que realiza el ganado, y crea un mosaico pastizal-bosque que ejerce de auténtico cortafuegos natural. El ganado también permite la redistribución de la fertilidad y la mejor incorporación de materia orgánica en los suelos ibéricos, en general fuertemente mineralizados y pobres en humus.

La máxima expresión de la ganadería extensiva la representa la trashumancia, que ha generado la singular red española de vías pecuarias (cañadas, cordeles y veredas), de más de 125.000 kilómetros y con una extensión de 400.000 hectáreas: un patrimonio único en Europa. Estos movimientos estacionales son necesarios para permitir la regeneración de los pastizales, al evitar sobrepastoreos estivales.

Pero estos usos extensivos nos son posibles sin la concurrencia de nuestras razas autóctonas de ganado, adaptadas durante milenios a largos recorridos y fuertes oscilaciones climáticas. Por su especial adaptación al medio, aprovechan unos recursos no utilizables de otro modo, con mínimos gastos de explotación, cerrando los ciclos de nutrientes y energía, lo que permite una gran autonomía productiva.

No podemos olvidar la calidad de las producciones de las razas autóctonas, que en la mayor parte de las ocasiones equilibra una menor producción. Muchos son los productos tradicionales elaborados a partir de ellas, desde los jamones y embutidos ibéricos, pasando por la carne de ternera de Ávila, de razas retinta o gallega, los quesos de oveja manchega o latxa (queso de Idiazábal), la auténtica sobrasada, que se hacía con cerdos mallorquines alimentados en dehesas de higueras, los tejidos de lana merina y un largo etcétera.

La protección del ganado autóctono no es sólo una necesidad ecológica, sino económica, y no puede ser abandonada por las Administraciones estatal y autonómicas. Estas razas permiten la independencia estratégica del país, evitan la compra de híbridos y variedades transgénicas sujetas a patentes internacionales, diversifican la producción y la estabilizan frente a cambios bruscos en los mercados. Además previenen desastres ambientales derivados del abandono de las prácticas tradicionales (incendios, erosión, pérdida de fertilidad de los suelos y agotamiento y contaminación de los acuíferos, entre otros).

Pero el mercado no paga estos servicios y debería ser la Administración la que cubriera estas aportaciones al bien común, a través de las diferentes ayudas de la Política Agraria Común, y de los programas ambientales. Aún así, contemplamos cómo en la próxima ronda de los Programas Regionales de Desarrollo, que se derivan del segundo pilar de la Política Agraria Común, se han retirado o minimizado las ayudas a la conservación de las razas de ganado en peligro de extinción. No puede abandonarse la conservación de este patrimonio único al entusiasmo de unas pocas entidades privadas y ganaderos particulares.

Autor: Eduardo de Miguel es director gerente de la Fundación Global Nature, integrada en la AFN.

El fracking, a un precio demasiado alto

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por Ángel Juárez Almendros

Hay anglicismos que se van poniendo de moda y que con el paso del tiempo adoptamos y entendemos aunque, dicho sea de paso, quisiéramos no conocer. El fracking es uno de estos conceptos que se nos han impuesto y que ya empezamos a relacionar con las malas acciones del hombre. Explicar su significado es fácil y entender sus repercusiones también, aunque éstas sean vergonzosas.

El fracking o fracturación hidráulica es una técnica que se aplica para aprovechar aquellos yacimientos de gas llamados no convencionales, que tienen grandes dificultades de extracción. Para facilitar el problema, se explota el gas acumulado en los poros y fisuras de ciertos tipos de rocas sedimentarias, generalmente de pizarra o margas. Al tratarse de elementos rocosos permeables, se les inyecta agua dulce acompañada de un cóctel químico y tóxico que disuelve las rocas y permite extraer el gas. Se han documentado hasta 260 sustancias químicas formando parte de ese cóctel y algunas de ellas son cancerígenas y mutagénicas. Como muchos de estos productos se quedan en el subsuelo, pueden entrar en contacto con acuíferos subterráneos y contaminarlo todo.

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El fracking, a un precio demasiado alto

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por Ángel Juárez Almendros

Hay anglicismos que se van poniendo de moda y que con el paso del tiempo adoptamos y entendemos aunque, dicho sea de paso, quisiéramos no conocer. El fracking es uno de estos conceptos que se nos han impuesto y que ya empezamos a relacionar con las malas acciones del hombre. Explicar su significado es fácil y entender sus repercusiones también, aunque éstas sean vergonzosas.

El fracking o fracturación hidráulica es una técnica que se aplica para aprovechar aquellos yacimientos de gas llamados no convencionales, que tienen grandes dificultades de extracción. Para facilitar el problema, se explota el gas acumulado en los poros y fisuras de ciertos tipos de rocas sedimentarias, generalmente de pizarra o margas. Al tratarse de elementos rocosos permeables, se les inyecta agua dulce acompañada de un cóctel químico y tóxico que disuelve las rocas y permite extraer el gas. Se han documentado hasta 260 sustancias químicas formando parte de ese cóctel y algunas de ellas son cancerígenas y mutagénicas. Como muchos de estos productos se quedan en el subsuelo, pueden entrar en contacto con acuíferos subterráneos y contaminarlo todo.

Por si esto fuera poco, durante la perforación hay un alto riesgo de explosión, se puede generar con facilidad la contaminación del aire y no son descartables terremotos, además de numerosos movimientos sísmicos. En la zona de Castellón, en cuyas aguas litorales se sitúa la plataforma Castor para el almacenamiento de gas, ya saben de qué hablo y tienen claro que hay peligro. Los terremotos han sido su día a día desde que se iniciaron las perforaciones.

Sumémosle a todos los peligros que os comentaba antes el problema de la ocupación de los terrenos (porque se perforan áreas de muchos kilómetros cuadrados), la siempre inadmisible especulación económica que provocan los lobbies energéticos que obtienen los permisos de los gobiernos de turno y que comercializan todo el gas posible, pensando solo en sus beneficios y los de sus accionistas e inversores. Se condena a la Tierra y se explota a la gran mayoría de sus habitantes en nombre de unos cuantos que solo saben ganar dinero y obtener mayor poder. A nuestro planeta se le somete a un desgaste que acabaremos pagando muy caro.

Pero aun más allá del precio que paguemos por nuestros abusos, existe la realidad de los millones de personas sometidas a la pobreza energética, incapaces de poder afrontar el pago del recibo de electricidad que las multinacionales que tienen el monopolio del sistema energético les imponen en connivencia con el estado. Unos cuantos se quedan con la producción mundial de las energías sin tener en cuenta a todos los ciudadanos que se ven privados de suministro y de cualquier ayuda para afrontar su día a día.

Siempre perdemos los mismos y ganan los de siempre. Los ciudadanos pagamos la factura que nos imponen y las multinacionales de la energía se enriquecen a nuestra costa sabiendo, porque eso lo tienen claro, que les basta con repartir cargos en sus consejos de administración a cambio de obtener los permisos solicitados. De nuevo el hombre es un lobo para el hombre. La fractura pasará su factura y quizás sea demasiado tarde.

Autor: Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, entidad integrada en la AFN, y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra.


Hacia la restauración ecológica de los agrosistemas

Seto plantado en un olivar de Valdepeñas (Ciudad Real), que incluye doce especies de plantas leñosas nativas (foto: FIRE).

Seto plantado en un olivar de Valdepeñas (Ciudad Real), que incluye doce especies de plantas leñosas nativas (foto: FIRE).

por Aurora Mesa y José María Rey Benayas

La agricultura representa una de nuestras mayores paradojas, pues siendo esencial para la humanidad supone la principal causa de impactos antrópicos negativos en el planeta. Es cierto que la agricultura tradicional permitía, por lo general, la provisión de alimentos y la conservación de niveles relativamente elevados de biodiversidad local. Sin embargo, desde que comenzara la (mal) llamada Revolución Verde, esta coexistencia se ha visto profundamente alterada. La intensificación de la agricultura ha aumentado la productividad agrícola hasta el punto de que hoy día sobran alimentos, a pesar de que muchos humanos están desnutridos.

Hoy en día las tierras agrícolas se extienden sobre casi la mitad de la superficie terrestre. Los problemas ambientales cada vez más evidentes ligados a la agricultura intensiva han motivado políticas e instrumentos internacionales destinados a promover las prácticas agrícolas sostenibles. Entre ellos destacan las medidas agroambientales de la Política Agraria Comunitaria (PAC) de la Unión Europea, que de alguna forma son un pago enmascarado, no formal, por servicios ambientales.

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Hacia la restauración ecológica de los agrosistemas

Seto plantado en un olivar de Valdepeñas (Ciudad Real), que incluye doce especies de plantas leñosas nativas (foto: FIRE).

Seto plantado en un olivar de Valdepeñas (Ciudad Real), que incluye doce especies de plantas leñosas nativas (foto: FIRE).

por Aurora Mesa y José María Rey Benayas

La agricultura representa una de nuestras mayores paradojas, pues siendo esencial para la humanidad supone la principal causa de impactos antrópicos negativos en el planeta. Es cierto que la agricultura tradicional permitía, por lo general, la provisión de alimentos y la conservación de niveles relativamente elevados de biodiversidad local. Sin embargo, desde que comenzara la (mal) llamada Revolución Verde, esta coexistencia se ha visto profundamente alterada. La intensificación de la agricultura ha aumentado la productividad agrícola hasta el punto de que hoy día sobran alimentos, a pesar de que muchos humanos están desnutridos.

Hoy en día las tierras agrícolas se extienden sobre casi la mitad de la superficie terrestre. Los problemas ambientales cada vez más evidentes ligados a la agricultura intensiva han motivado políticas e instrumentos internacionales destinados a promover las prácticas agrícolas sostenibles. Entre ellos destacan las medidas agroambientales de la Política Agraria Comunitaria (PAC) de la Unión Europea, que de alguna forma son un pago enmascarado, no formal, por servicios ambientales.

Dada la degradación sufrida como consecuencia de la intensificación agrícola, la restauración ecológica puede y debe ser una potente herramienta para el manejo sostenible de los agrosistemas, conciliando la producción agrícola con la conservación o el aumento de la biodiversidad, así como con otros servicios entre los que destacan el mantenimiento del ciclo de los nutrientes y el control de la erosión, por citar algunos. Varios de estos servicios son críticos para la producción agrícola, como son la regulación de plagas y la polinización.

Existen cinco tipos de intervención relacionadas con la denominada “agricultura ambientalmente amigable”, que pueden describirse como (a) la adopción de prácticas agrícolas basadas en el manejo de la biodiversidad, (b) la aplicación de las lecciones aprendidas de las prácticas agrícolas tradicionales, (c) la transformación de la agricultura convencional en agricultura ecológica u orgánica, (d) la transformación de cultivos y pastizales simples en sistemas agroforestales y (e) la restauración o creación de elementos clave para beneficiar la biodiversidad y servicios ecosistémicos particulares sin competir por el uso de la tierra, lo que hemos dado en llamar restauración ecológica estratégica o “manicura” de los campos agrícolas.

Una de las principales líneas de trabajo de la Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas (FIRE) es precisamente la restauración ecológica estratégica de agrosistemas. Es la base de nuestra iniciativa Campos de Vida, que incluye la plantación de setos y la construcción de charcas y de refugios para la fauna silvestre, entre otras medidas. En una publicación reciente hemos explicado algunos logros de esta iniciativa. Estas acciones de “manicura” generan todavía desconfianza en la mayor parte de los agricultores, pero nuestra experiencia demuestra que son cada vez más receptivos a las mismas.

Pretendemos extender de forma generalizada la renaturalización del campo, recuperando al menos en parte la relación sostenible y respetuosa del humano con la naturaleza y los agrosistemas que le alimentan y proveen de servicios y recursos. Algo que sólo será posible si hay una demanda de estos productos agrícolas. Por ello, una nueva agricultura debe ir de la mano de unos consumidores y unos productores más sensibles y decididos.

Autores: Aurora Mesa y José María Rey Benayas son, respectivamente, directora de proyectos y presidente de la Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas (FIRE), entidad integrada en la AFN.



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