El fracking, a un precio demasiado alto

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por Ángel Juárez Almendros

Hay anglicismos que se van poniendo de moda y que con el paso del tiempo adoptamos y entendemos aunque, dicho sea de paso, quisiéramos no conocer. El fracking es uno de estos conceptos que se nos han impuesto y que ya empezamos a relacionar con las malas acciones del hombre. Explicar su significado es fácil y entender sus repercusiones también, aunque éstas sean vergonzosas.

El fracking o fracturación hidráulica es una técnica que se aplica para aprovechar aquellos yacimientos de gas llamados no convencionales, que tienen grandes dificultades de extracción. Para facilitar el problema, se explota el gas acumulado en los poros y fisuras de ciertos tipos de rocas sedimentarias, generalmente de pizarra o margas. Al tratarse de elementos rocosos permeables, se les inyecta agua dulce acompañada de un cóctel químico y tóxico que disuelve las rocas y permite extraer el gas. Se han documentado hasta 260 sustancias químicas formando parte de ese cóctel y algunas de ellas son cancerígenas y mutagénicas. Como muchos de estos productos se quedan en el subsuelo, pueden entrar en contacto con acuíferos subterráneos y contaminarlo todo.

Por si esto fuera poco, durante la perforación hay un alto riesgo de explosión, se puede generar con facilidad la contaminación del aire y no son descartables terremotos, además de numerosos movimientos sísmicos. En la zona de Castellón, en cuyas aguas litorales se sitúa la plataforma Castor para el almacenamiento de gas, ya saben de qué hablo y tienen claro que hay peligro. Los terremotos han sido su día a día desde que se iniciaron las perforaciones.

Sumémosle a todos los peligros que os comentaba antes el problema de la ocupación de los terrenos (porque se perforan áreas de muchos kilómetros cuadrados), la siempre inadmisible especulación económica que provocan los lobbies energéticos que obtienen los permisos de los gobiernos de turno y que comercializan todo el gas posible, pensando solo en sus beneficios y los de sus accionistas e inversores. Se condena a la Tierra y se explota a la gran mayoría de sus habitantes en nombre de unos cuantos que solo saben ganar dinero y obtener mayor poder. A nuestro planeta se le somete a un desgaste que acabaremos pagando muy caro.

Pero aun más allá del precio que paguemos por nuestros abusos, existe la realidad de los millones de personas sometidas a la pobreza energética, incapaces de poder afrontar el pago del recibo de electricidad que las multinacionales que tienen el monopolio del sistema energético les imponen en connivencia con el estado. Unos cuantos se quedan con la producción mundial de las energías sin tener en cuenta a todos los ciudadanos que se ven privados de suministro y de cualquier ayuda para afrontar su día a día.

Siempre perdemos los mismos y ganan los de siempre. Los ciudadanos pagamos la factura que nos imponen y las multinacionales de la energía se enriquecen a nuestra costa sabiendo, porque eso lo tienen claro, que les basta con repartir cargos en sus consejos de administración a cambio de obtener los permisos solicitados. De nuevo el hombre es un lobo para el hombre. La fractura pasará su factura y quizás sea demasiado tarde.

Autor: Ángel Juárez Almendros es presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània, entidad integrada en la AFN, y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra.



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