Hacia la restauración ecológica de los agrosistemas

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Seto plantado en un olivar de Valdepeñas (Ciudad Real), que incluye doce especies de plantas leñosas nativas (foto: FIRE).

Seto plantado en un olivar de Valdepeñas (Ciudad Real), que incluye doce especies de plantas leñosas nativas (foto: FIRE).

por Aurora Mesa y José María Rey Benayas

La agricultura representa una de nuestras mayores paradojas, pues siendo esencial para la humanidad supone la principal causa de impactos antrópicos negativos en el planeta. Es cierto que la agricultura tradicional permitía, por lo general, la provisión de alimentos y la conservación de niveles relativamente elevados de biodiversidad local. Sin embargo, desde que comenzara la (mal) llamada Revolución Verde, esta coexistencia se ha visto profundamente alterada. La intensificación de la agricultura ha aumentado la productividad agrícola hasta el punto de que hoy día sobran alimentos, a pesar de que muchos humanos están desnutridos.

Hoy en día las tierras agrícolas se extienden sobre casi la mitad de la superficie terrestre. Los problemas ambientales cada vez más evidentes ligados a la agricultura intensiva han motivado políticas e instrumentos internacionales destinados a promover las prácticas agrícolas sostenibles. Entre ellos destacan las medidas agroambientales de la Política Agraria Comunitaria (PAC) de la Unión Europea, que de alguna forma son un pago enmascarado, no formal, por servicios ambientales.

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